martes, 31 de julio de 2007

Proyecto Cianosis

Leonor llevaba un vestido veraniego blanco conjuntado con unas sandalias claras y una cinta ancha que sujetaba su melena. Su padre y su abuelo saludaban a los responsables de la regata, a los patrocinadores y a sus amigos. Nada les hacía sospechar lo que pasaría horas más tarde.

El primero en ahogarse fue don Jaime: supuraba algo por la nariz que no era sal. Esta vez no pudieron salvarle ni sus millones ni sus amistades. El rey, tan campechano como siempre, fue el último en hundirse. "Qué ironía" dijo, "con lo que a mí me gustan los pantanos".
Entre medias, más de una treintena de muertos debido a una serie de infortunios (según la prensa) o de sabotajes (realidad).

Fue impresionante ver en directo tanto fuego y tanta agua juntos, mientras los helicópteros y lanchas chocaban entre sí, colaborando a la inmensa columna de humo oscuro y provocando más explosiones debido a sus depósitos de combustible. Hasta el helicóptero de tv que firmó la catástrofe se precipitó a la vorágine de llamas al fallarle misteriosamente el rotor de cola y no responder el control de dirección.

Eso reveló el informe. Lo que no aclaró del todo fue si resultaron más perjudiciales las explosiones, el humo, las llamas, o el agua.
No hubo supervivientes. Las autopsias revelaron un embarazo, dos casos de metástasis y dos docenas de manos en perfecto estado.

Quizá, lo más impresionante de todo, fue comprobar que, efectivamente, su sangre era azul.
Pero lo que nunca se supo es si lo de la sangre fue una causa o una consecuencia.